Hoy va a ser un día insoportable. Ya el sol quema de por sí, a mediados de Marzo, no da treguas. Uno entra a este edificio de chiflados y alguien te da, bajo la manga, unos $200 pesos que le pertenecen al pueblo. Es una suerte de acción guiada por el interés y la lástima. Sos el elegido de recibir 200 míseros pesos para pagar la obra social. Para pagar 5 comidas en lo de Nancy. 6 plantas en un vivero. 2 unidades de apuntes. En el último de los casos, podrían ser 200 pesos para tu movilidad. Pero ellos se enorgullecen de darte una ayuda. El 0, 1 % de su sueldo.
Por su lado, después de durante una hora reflexionar sobre lo que es verdaderamente moral y sobre lo que es verdaderamente conveniente (que nunca es siquiera parecido) te das cuenta que estas aquí perdiendo el tiempo, el tiempo más valioso, el de tu juventud, en estar sentada en una fucking oficina todo el día. Solo para hacer presencia.
11: 41 a.m. Empezás a imaginar todo lo que podrías estar haciendo si no estuvieras aquí, en el medio del parque indoamericano, a 1 hora y media de tu casa, a medio metro del libro que estas leyendo y que está guardado en tu cartera, pero que no podés sacar, por que no se parece lo más mínimo a un expediente.
No hace falta girar la cabeza y mirar por la ventana para sentir el sol radiante afuera de esta cueva, el cielo celeste elevándose sobre el hemisferio sur, el viento fresco circulando por la ciudad, la gente ensimismada caminando por la calle, los pájaros inmiscuidos en un canto dulce, las hormigas estresadas en una labor interminable.
La soledad de la isla, tan apremiada y despreciada de ves en cuando. Hoy queremos un pedazo de tierra tucumana, cerros altos y frescos en las cimas, gente con acento y empanadas de carne con limón. Por la noche fogones y fiestas en el río. Durante el día caminatas por la selva impenetrable, hogar de los revolucionarios más revolucionarios y de los campesinos más conservadores. Hogar de los animales más gigantes y de los insectos más pequeños. Pulmón de miles de pulmones. Verde que enceguece los ojos. Selva que alegra la vida.
12:07. Las ganas de que el reloj obedezca la mente y las agujas aceleren el curso. Que al menos la hora del almuerzo llegue y la hora de irse le gane. Que las personas queridas aparezcan repentinamente. Que los odiados prefieran irse. Que el tiempo pare y nos deje respirar. Que los labios se callen. Que el silencio invada y las luces se apaguen. Que todo se vuelva homogéneamente luminoso. Las ganas de no estar acá. Ni en esta ciudad, ni en esta oficina, ni en este año.